domingo, 10 de septiembre de 2017

Nos quedamos sin arena y pronto también sin "arena política"




La arena es un recurso estratégico para nuestra civilización de la opulencia. Ella está presente en innumerables productos que van desde los cristales hasta la construcción. Incluso, ella ha sido protagonista de los últimos fenómenos climatológicos en el Caribe; el hormigón (la arena es fundamental en esta mezcla) de muchas construcciones ha permitido que mucha gente sobreviva  a los embistes de los vientos de 300 km por hora del huracán Irma. 

En una sociedad que no para de crecer en número de habitantes y que sigue creyendo en que hay que trabajar más y crecer infinitamente en productos, carreteras, centrales atómicas, concentrarse en ciudades y un largo etcétera, la arena cobra un protagonismo fundamental. Así como la energía, la arena es como el aire que necesita el capitalismo para existir. 

Sin embargo, como todo los recursos que el capitalismo ha tomado como suyos, la arena comienza su declive inexorable. Aunque se instale la cultura del reciclaje, el capitalismo no puede avanzar si no es depredando. Y ahí radica lo peligroso de nuestra actual situación mundial. El capitalismo no nos está dejando ningún recurso para esta y las próximas generaciones. Por ejemplo, la mayoría de las casas que se harán en el futuro serán sin arena (sin hormigón), lo que significa que no soportarán las cientos o miles de supertormentas que nos tiene preparado el antropoceno. 

Nos quedamos sin arena y si seguimos el mismo rumbo también nos quedaremos sin la "arena política". Los partidos anticapitalistas, más los revolucionarios, tienen que plantearse con urgencia las prioridades. No puede ser que el colapso civilizatorio no sea todavía el eje central de toda discusión política local,  nacional e internacional. Urge el llamado a la organización de las masas para enfrentar al capitalismo y su temida bestia que empieza a independizarse como fuerza histórica inmanejable (el desequilibrio ecológico).


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