jueves, 28 de diciembre de 2017

La tasa de retorno energético, el principal causante de las próximas revoluciones


La Tasa de Retorno Energético (TRE) es el cociente entre la cantidad de energía total que es capaz de producir una fuente de energía y la cantidad de energía empleada para lograr explotar aquella. Cuando se iniciaba la explotación de los primeros pozos petroleros, la TRE era de 100: 1, hoy ronda por el 18:1. Esto quiere decir que la extracción del petróleo se está volviendo absurda en términos económicos al estár gastando más energía que en producirla. Este deterioro de la TRE no solo está llevando a la bancarrota a la industria petrolera, sino que está inflando una deuda que ya es astronómica y que de explotar provocará un gigantesco colapso del sistema. 

El caso de los países exportadores (extractores) de petróleo en Oriente Medio es todo un proyector anticipado de lo que puede significar el curso de estas décadas para la humanidad. La situación desesperante ya no de una parte de la población, sino de casi la totalidad de sus habitantes obliga a salidas  bárbaras (ISIS es un ejemplo) frente a un panorama desolador, sin estrategias claras y sin preparación para reacomodar toda una organización social en decadencia.

Nafeez Ahmed publicó en su libro Estados fallidos, sistemas en colapso (2016) un importante análisis de la situación del petróleo en Medio Oriente y que se vuelve imprescindible para pensar en contexto todas las luchas del mundo. Aquí unos punteos.


  •  En varios países la producción de petróleo ha llegado a su cénit, y el retorno de energía de la extracción de petróleo está cayendo. Por tanto, sus ingresos por la exportación de petróleo se están reduciendo.
  • En las últimas décadas el aumento de la población ha explotado, debido básicamente a décadas de ingresos abundantes procedentes de la exportación de petróleo. Entre 1960 y 2014 la multiplicación de la población en Yemen, Arabia Saudí, Irak, Nigeria, Egipto, India y China ha sido de x5,5, x4,6, x5,3, x4,2, x3,4, x3,0 y x2,1 respectivamente.
  • Se ha acelerado el deterioro de los recursos de tierra, agua y alimentos. Si el uso de agua per cápita se encuentra por debajo de los 1.700 m3 por año, es que existe estrés hídrico. El cambio climático empeorará esta situación.
  • Por lo tanto, una parte cada vez mayor de los ingresos del petróleo tiene que dedicarse ahora a importar alimentos.
  • Cantidades crecientes de petróleo tiene que ir a uso interno, reduciendo la cantidad disponible para exportar a los grandes países consumidores de petróleo.
  • En muchos de los grandes países exportadores estas tendencias probablemente van a eliminar, prácticamente, las exportaciones de petróleo en una década aproximadamente, incluída Arabía Saudí.
  • Estos países —básicamente desérticos— no tienen nada más con lo que conseguir ingresos vía exportación excepto arena.
  • La caída de los ingresos del petróleo supone que los gobiernos serán capaces de proporcionar menos cosas a su gente, por lo que tienen que recortar los subsidios y elevar los precios de alimentos y energía.
  •  Estas condiciones están produciendo un descontento creciente con el gobierno, agitación civil y conflictos entre tribus por la escasez de agua y tierra. Se alimentan los conflictos religiosos y sectarios. El paro, los hambrientos y desesperados campesinos y la juventud tienen pocas más opciones que unirse a grupos extremistas como el ISIS, donde al menos son alimentados. Nuestros medios de comunicación ignoran las condiciones biofísicas que están generando conflictos, refugiados y la opresión por parte de los regímenes, dando la impresión de que los problemas se deben solo a los fanáticos religiosos.
  • El FMI empeora la situación. Los estados fallidos piden asistencia económica y se encuentran con la receta estándar: más préstamos a sumar a una deuda ya imposible, otorgados con la condición de que orienten su economía a la devolución de los préstamos más intereses, imponiendo “austeridad”, privatizando y vendiendo sus valores.
  • El autoritarismo y la corrupción de las élites locales empeoran las cosas. Los gobernantes necesitan ponerse duros ante las perturbaciones y forzar a apretarse el cinturón. Los ricos no permitirán que se reduzcan sus privilegios para apoyar la reasignación de recursos a las masas necesitadas. La ideología capitalista dominante se opone a la “interferencia a las fuerzas del mercado”, esto es, a la libertad de los ricos para “desarrollar” lo que sea más beneficioso para ellos.
  • Se produce, por tanto, una espiral descendente viciosa de la que parecería que no hay salida, porque se debe básicamente al agotamiento del petróleo en un contexto de demasiada gente y pocos recursos de tierra y agua.
  • Habrá, como mínimo, grandes repercusiones sobre la economía mundial y los países ricos (consumidores de petróleo), probablemente en el marco de una década a partir de ahora (2017-2027). Es bastante probable que la economía global colapse a medida que la capacidad de importar petróleo se reduzca en gran medida. Cuando se añada la fragilidad del sistema financiero global (recordemos: la deuda es ¡6 veces el PIB!), es muy probable un hundimiento caótico instantáneo.
De corroborarse cada uno de los puntos, estaríamos a punto de asistir a un hecho histórico, a la caída de nada menos que la civilización occidental. Hecho que de no tomárselo en serio, nos colocará en meros observadores-víctimas de un futuro apocalíptico a raíz de la magnitud e influencia del problema a escala global. 

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